El círculo perfecto
La primera acepción del vocablo en la Real Academia dice que es lo perteneciente o relativo al pueblo. Aunque la palabra popular ha sufrido algunas carpichosas modificaciones de interpretación, cuando vemos el documental de Danilo Lavigne, Doy sombra a menudo,, esa palabra tan escurridiza vuelve a tomar sentido. Y ella está ligada a otra en esto que nos toca. El folklore es un conjunto de creencias y costumbres, pero para que sea considerado tal, debe tener entre otros atributos, tradición.
Todos estos rasgos tiene, y sobradamente, ese festival que en Federal convoca a miles de personas cada año, donde el chamamé es el gran anfitrión.
Y no es precisamente anfitrión pasivo, meramente decorador: es el protagonista esencial que rige una idionsicracia honda, festiva por tradición, significante en cuanto a lazos de comunión popular. Y es la musica y la poesía la que hace el milagro, la que teje esas complicidades que abarcan a amplios sectores sociales. Muestra de esto es un tramo del documental en donde personas de edades y sectores sociales distintos reconocen al fectival como propio.
Y luego por sobre todo, Lavigne usa una lupa certera para poner la cámara y el micrófono a los músicos, a los musiqueros –sin rasgo peyorativo en este término, sino todo lo contrario- a historiadores y profesores de danza, y con la misma intensidad al marco festivo, a las miradas y sonrisas, a los cuerpos danzantes, a los paisajes típicos y, en fin, a toda esa liturgia que cada año renueva el encuentro, libera la sangre y convoca a la fiesta.
Más allá del valor estrictamente testimonial, Doy sombra a menudo conmueve por el respeto y la valoración del hecho cultural, la revelación del perfil genuinamente autoctono y por una estética que se ajusta perfectamente al chamamé, el gran protagonista.
Como yapa, el original en DVD contiene pequeños clips de chamameceros que son verdaderas joyas, lo que termina cerrando el círculo perfecto.
jueves, 6 de agosto de 2009
sábado, 4 de julio de 2009
Nota en Diario Uno de Paraná
Nota aparecida en el suplemento cultural La isla del Diario Uno de Paraná el 4 de julio de 2009.
Dar sombra a menudo
Conversamos en La Isla con Danilo Lavigne, realizador del documental Doy sombra a menudo, un testimonio profundo y bello de esa fiesta genuinamente popular de cada año conocida como Festival Nacional del Chamamé en Federal.
El realizador audiovisual Danilo Lavigne, oriundo de Concordia y habitante de Buenos Aires desde hace mucho tiempo, está presentando su documental Doy sombra a menudo, un testimonio maravilloso sobre esa fiesta única que nuclea a gentes de todas las latitudes: el Festival Nacional del Chamamé en Federal.
La proyección fue el viernes 26 de junio en La Vieja Usina, y La Isla estuvo allí para hablar con este artista de la cámara y el ojo.
Como muchos de los habitantes de las provincias, medianamente alejadas de la Capital, los provincianos suelen caer inevitablemente a preguntarse sobre sus raíces. Danilo no es la excepción, porque además esa ligazón con esta música ancestral le venía de antes.
“El chamamé me gustó siempre, pero con conciencia del asunto, no hace mucho. De chico me crié con las radios y con un sonido que después, ya de grande, pude recuperar”, dice al respecto. Y agrega.
“Del Festival del Chamamé (en Federal) me habían hablado mucho, un amigo de allá me contaba muchas anécdotas del lugar, por lo tanto cuando aparece la oportunidad de presentarse en el Programa Identidad, me pareció que era el tema a tomar”.
—¿La estructura es la de un documental típico?
—Tiene algunos elementos que estarían como corridos de lo que es el género documental, si bien es leve es desplazamiento. Uno de los puntos es la presencia de unos clips que grabamos con los músicos, que se hicieron a propósito con una toma de sonido especial. Se me ocurrió porque me vino el recuerdo de las películas de Argentinísima que veía cuando era chico, y quise hacer esos momentos musicales. Y a mí me gusta definirla también como una película musical, justamente por esos momentos.
—Finalmente, ¿quedó como esperabas?
—Entre los primeros bocetos y estructuras y lo que finalmente quedó, hay una distancia importante. Aparecieron temas que a poco de empezar nos dimos cuenta que iban a tener mucha importancia. Lo principal era hablar del festival, el marco geográfico donde se desarrolla y la cultura chamamecera de esa zona, los músicos, etcétera. Pero cuando empezamos a hacer las primeras entrevistas, surgieron otras líneas más generales pero que hacían a la cuestión: de dónde viene esta música, cuál es su historia, el ninguneo del género y los cambios en la cultura. Y esas puntas había que desarrollarlas, así que todo eso nos cambió y a su vez enriqueció el trabajo y el producto final. Es decir que lo que empezó siendo un testimonio sobre el festival, viró hacia una mirada más profunda sobre el chamamé en donde la fiesta es sólo el eje conducente. Y de pronto eso es lo que hace interesante hacer un documental.
—¿Había algún límite técnico o formato obligado?
—Nosotros nos habíamos planteado un documental de 50 minutos y terminó siendo de 80. Y el primer corte duraba 120 minutos. Podamos y podamos y le sacamos 40, aunque en el original en DVD se pueden ver los extras que son los clips con los músicos. Quedó un formato para televisión, aunque un poco largo, pero nos gustó así como quedó de completo y entretenido.
—¿Qué circuitos puede abarcar este tipo de material en función de la difusión?
—Nos fue muy bien en las dos presentaciones que dimos para el público chamamecero. Nos dimos cuenta ya cuando lo hicimos que en Federal había un público al cual esto le iba a interesar propiamente. En Concordia pasó algo similar: el 80 por ciento del público era del chamamé. Quizás eso se dé porque no hay mucho material desde la realización audiovisual que traten este tema. Y después como propuesta de difusión de una cultura que esta escondida, estaría bueno que llegue a la mayor cantidad de público posible.
—Y a festivales internacionales, ¿les interesa este tipo de material?
—Sí. Ya lo mandé a tres. Como uno nunca sabe los criterios de evaluación, hay que probar. Además colgué un avance en youtube, y ya me escribieron desde una Universidad de Valladolid –que estudia la música del mundo– para que les mande el trabajo. La música tiene eso, que se pueden unir distintas culturas y uno se entera de muchas cosas a través de ella. Difundir esto es parte del trabajo y ahí somos un grupo que está detrás junto al Programa Identidad, la Casa de Entre Ríos en Buenos Aires, la Dirección de Cultura en Concordia y en Federal. Y son cosas que hay que hacer porque si no lo tenés en tu casa guardado.
—¿Este formato es el que más te interesa?
—Hice algunos documentales y hago ficción. Los dos formatos me interesan, y de hecho me considero un realizador audiovisual que hace documentales, más que un documentalista puro. Por eso también me gusta la mezcla de géneros y puedo tomar otros elementos más cinematográficos.
—¿Y éste testimonio en particular, qué te dejó?
—En principio me dejó el conocimiento de un mundo que intuía pero que no había entrado en él de modo más profundo. Y te diría que me hice medio chamamecero (sonríe). Y tener la posibilidad de que esto abra otras puertas, que sirva de presentación en algunos lugares donde todavía no se me conoce. También me hizo conocer gente muy intensa con la cual la pasé bien, de la que aprendí mucho. El año que viene me voy al Festival como público, como para empezar, porque es una fiesta maravillosa.
Dar sombra a menudo
Conversamos en La Isla con Danilo Lavigne, realizador del documental Doy sombra a menudo, un testimonio profundo y bello de esa fiesta genuinamente popular de cada año conocida como Festival Nacional del Chamamé en Federal.
El realizador audiovisual Danilo Lavigne, oriundo de Concordia y habitante de Buenos Aires desde hace mucho tiempo, está presentando su documental Doy sombra a menudo, un testimonio maravilloso sobre esa fiesta única que nuclea a gentes de todas las latitudes: el Festival Nacional del Chamamé en Federal.
La proyección fue el viernes 26 de junio en La Vieja Usina, y La Isla estuvo allí para hablar con este artista de la cámara y el ojo.
Como muchos de los habitantes de las provincias, medianamente alejadas de la Capital, los provincianos suelen caer inevitablemente a preguntarse sobre sus raíces. Danilo no es la excepción, porque además esa ligazón con esta música ancestral le venía de antes.
“El chamamé me gustó siempre, pero con conciencia del asunto, no hace mucho. De chico me crié con las radios y con un sonido que después, ya de grande, pude recuperar”, dice al respecto. Y agrega.
“Del Festival del Chamamé (en Federal) me habían hablado mucho, un amigo de allá me contaba muchas anécdotas del lugar, por lo tanto cuando aparece la oportunidad de presentarse en el Programa Identidad, me pareció que era el tema a tomar”.
—¿La estructura es la de un documental típico?
—Tiene algunos elementos que estarían como corridos de lo que es el género documental, si bien es leve es desplazamiento. Uno de los puntos es la presencia de unos clips que grabamos con los músicos, que se hicieron a propósito con una toma de sonido especial. Se me ocurrió porque me vino el recuerdo de las películas de Argentinísima que veía cuando era chico, y quise hacer esos momentos musicales. Y a mí me gusta definirla también como una película musical, justamente por esos momentos.
—Finalmente, ¿quedó como esperabas?
—Entre los primeros bocetos y estructuras y lo que finalmente quedó, hay una distancia importante. Aparecieron temas que a poco de empezar nos dimos cuenta que iban a tener mucha importancia. Lo principal era hablar del festival, el marco geográfico donde se desarrolla y la cultura chamamecera de esa zona, los músicos, etcétera. Pero cuando empezamos a hacer las primeras entrevistas, surgieron otras líneas más generales pero que hacían a la cuestión: de dónde viene esta música, cuál es su historia, el ninguneo del género y los cambios en la cultura. Y esas puntas había que desarrollarlas, así que todo eso nos cambió y a su vez enriqueció el trabajo y el producto final. Es decir que lo que empezó siendo un testimonio sobre el festival, viró hacia una mirada más profunda sobre el chamamé en donde la fiesta es sólo el eje conducente. Y de pronto eso es lo que hace interesante hacer un documental.
—¿Había algún límite técnico o formato obligado?
—Nosotros nos habíamos planteado un documental de 50 minutos y terminó siendo de 80. Y el primer corte duraba 120 minutos. Podamos y podamos y le sacamos 40, aunque en el original en DVD se pueden ver los extras que son los clips con los músicos. Quedó un formato para televisión, aunque un poco largo, pero nos gustó así como quedó de completo y entretenido.
—¿Qué circuitos puede abarcar este tipo de material en función de la difusión?
—Nos fue muy bien en las dos presentaciones que dimos para el público chamamecero. Nos dimos cuenta ya cuando lo hicimos que en Federal había un público al cual esto le iba a interesar propiamente. En Concordia pasó algo similar: el 80 por ciento del público era del chamamé. Quizás eso se dé porque no hay mucho material desde la realización audiovisual que traten este tema. Y después como propuesta de difusión de una cultura que esta escondida, estaría bueno que llegue a la mayor cantidad de público posible.
—Y a festivales internacionales, ¿les interesa este tipo de material?
—Sí. Ya lo mandé a tres. Como uno nunca sabe los criterios de evaluación, hay que probar. Además colgué un avance en youtube, y ya me escribieron desde una Universidad de Valladolid –que estudia la música del mundo– para que les mande el trabajo. La música tiene eso, que se pueden unir distintas culturas y uno se entera de muchas cosas a través de ella. Difundir esto es parte del trabajo y ahí somos un grupo que está detrás junto al Programa Identidad, la Casa de Entre Ríos en Buenos Aires, la Dirección de Cultura en Concordia y en Federal. Y son cosas que hay que hacer porque si no lo tenés en tu casa guardado.
—¿Este formato es el que más te interesa?
—Hice algunos documentales y hago ficción. Los dos formatos me interesan, y de hecho me considero un realizador audiovisual que hace documentales, más que un documentalista puro. Por eso también me gusta la mezcla de géneros y puedo tomar otros elementos más cinematográficos.
—¿Y éste testimonio en particular, qué te dejó?
—En principio me dejó el conocimiento de un mundo que intuía pero que no había entrado en él de modo más profundo. Y te diría que me hice medio chamamecero (sonríe). Y tener la posibilidad de que esto abra otras puertas, que sirva de presentación en algunos lugares donde todavía no se me conoce. También me hizo conocer gente muy intensa con la cual la pasé bien, de la que aprendí mucho. El año que viene me voy al Festival como público, como para empezar, porque es una fiesta maravillosa.
sábado, 27 de junio de 2009
Reseña en "Cebando cultura" Revista de Concordia
Por Carlos Rodríguez
A ver. Que si corre algo de picardía en las venas, aparece la analogía perfecta para típica nota de intelectualidad asociativa onda Página 12. Foto principal: Danilo Lavigne perfectamente podría ser Wim Wenders; y el Cachencho una suerte de Compay Segundo de la Mesopotamia profunda.
Rodado a principios de febrero de 2009 durante el 35º Festival Nacional de Chamamé de Federal, “Doy sombra a menudo” es un documental en el que Lavigne (concordiense, radicado en Buenos Aires) retrata la magia, el misterio y el sentido de “nostalgia buena” que involucra la sonoridad del sapucay y los acordeones.
El film incluye testimonios riquísimos de músicos eruditos como el sobrenatural Raúl Barboza, populares como Monchito Merlo y Changuito Medina, artistas de la palabra como Roberto Romani (que cautiva con cada silencio entre frases) y un variopinto despliegue de clips con agrupaciones chamameceras.
Fotografía impecable, un equipo comprometido y un guión afinadísimo (a cargo del escritor y periodista Rubén Mira), terminan redondeando un film de 80 minutos que trasciende la vivencia del Festival para convertirse en una película orgánica, con sustancia y vida propia. Una referencia audiovisual indispensable acerca del chamamé como género. Entusiasma. Da orgullo. Y ganas.
A ver. Que si corre algo de picardía en las venas, aparece la analogía perfecta para típica nota de intelectualidad asociativa onda Página 12. Foto principal: Danilo Lavigne perfectamente podría ser Wim Wenders; y el Cachencho una suerte de Compay Segundo de la Mesopotamia profunda.
Rodado a principios de febrero de 2009 durante el 35º Festival Nacional de Chamamé de Federal, “Doy sombra a menudo” es un documental en el que Lavigne (concordiense, radicado en Buenos Aires) retrata la magia, el misterio y el sentido de “nostalgia buena” que involucra la sonoridad del sapucay y los acordeones.
El film incluye testimonios riquísimos de músicos eruditos como el sobrenatural Raúl Barboza, populares como Monchito Merlo y Changuito Medina, artistas de la palabra como Roberto Romani (que cautiva con cada silencio entre frases) y un variopinto despliegue de clips con agrupaciones chamameceras.
Fotografía impecable, un equipo comprometido y un guión afinadísimo (a cargo del escritor y periodista Rubén Mira), terminan redondeando un film de 80 minutos que trasciende la vivencia del Festival para convertirse en una película orgánica, con sustancia y vida propia. Una referencia audiovisual indispensable acerca del chamamé como género. Entusiasma. Da orgullo. Y ganas.
miércoles, 15 de abril de 2009
lunes, 9 de marzo de 2009
lunes, 23 de febrero de 2009
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